miércoles, 18 de noviembre de 2015

El antojo del primo


Hoy en la tarde salí de una terapia de rehabilitación y me dio antojo de esquites. Debo hacer notar que en casi dos meses sólo había comido esquites dos veces. Eso no sólo es raro en mi vida, sino que para aquél que sufre de adicción a los esquites sabrá todo el trabajo que he venido haciendo para estar tranquila sin ellos.

Abusé de mi antojo y me puse a hablar de los esquites con amor;  Rodrigo, quien me acompañaba y que de inició no se tomó con seriedad mi adicción, sufrió eso que se conoce en las calles del bajo mundo como el antojo contagioso...

Instantes después, y para fortuna mía, terminamos en un puesto de esquites hablando con el Don que los atiende y comiéndonos unos de buen tamaño.

El puesto que sació nuestro  antojo está sobre Gabriel Mancera esquina con Torres Adalid, justo enfrente de un oxxo. Una  buena referencia es esa iglesia enorme que parece que va a despegar de repente llevándose una buena porción de terrícolas.

El señor, el de los esquites, no el que habita la iglesia,   dice que tiene más de 5 años vendiendo esquites y elotes en esa esquina. Compra su elote de la central y lo sazona con bastante epazote y poca sal. Su chile es piquín y parece que ya tiene limón, así que recomiendo pedirlos sin limón o quedarán realmente aciditos; depende de su gusto, pero a mi se me hicieron bastante ácidos.

Tiene 3 tamaños diferentes, que cuestan $15, $18 y $20. No hay que aclarar que pedí el de $20.
El puesto se pone de lunes a sábado como a eso de las 6:30 pm, (aclaro pm porque personas como yo siempre andan en busca de esos puestos raros y valiosos que se ponen en am).
Algunos domingos vende también, pero no es siempre; aunque dice que cuando se pone en domingo sí vende bien por aquello de las misas.

Fue una buena forma de terminar la sesión de terapia de hoy, pienso que los benditos esquites me ayudarán.